“Todavía no” pensaba o creía pensar al ver el segundo asesinato dentro de aquel macabro sueño, pero quedaba un tercero, la culminación de la obra, su obra.
A pesar de mis deseos por despertar, seguí allí, como única espectadora de un thriller sin héroe ni final feliz y sabiendo lo que me deparaba a continuación, una escena aún mas cruel y sanguinaria que lo que me había mostrado hasta ahora.
Llego el momento, fue rápido a pesar del inútil forcejeo del aterrado niño por desprenderse de aquella pequeña criatura que le desgarraba el pecho con saña.
Cuando el infante dejo de gritar, ahogado por la sangre que inundaba sus pulmones, el ser yacio inmóvil unos instantes sobre el cuerpo inerte sin dejar de clavar sus garras en el amasijo de vísceras.
Con postura encorvada y el oscuro pelaje erizado, evidenciando la excitación que le producía el encarnizado acto, fijo su atención en mi.
Al mirarme con esos ambarinos ojos llenos de vileza, sentí una punzada en el pecho, como si me atravesaran el alma y la desgarrara igual como lo hacían sus finas zarpas. Siendo consciente de la sensación que me transmitía, sonrió pérfidamente mostrándome unos dientes afilados a la vez que mentalmente me dijo “se acabo”, al segundo, fuera del sueño, la misma voz insidiosa me susurro en el oído izquierdo las mismas palabras.
Desperté.
A pesar de mis deseos por despertar, seguí allí, como única espectadora de un thriller sin héroe ni final feliz y sabiendo lo que me deparaba a continuación, una escena aún mas cruel y sanguinaria que lo que me había mostrado hasta ahora.
Llego el momento, fue rápido a pesar del inútil forcejeo del aterrado niño por desprenderse de aquella pequeña criatura que le desgarraba el pecho con saña.
Cuando el infante dejo de gritar, ahogado por la sangre que inundaba sus pulmones, el ser yacio inmóvil unos instantes sobre el cuerpo inerte sin dejar de clavar sus garras en el amasijo de vísceras.
Con postura encorvada y el oscuro pelaje erizado, evidenciando la excitación que le producía el encarnizado acto, fijo su atención en mi.
Al mirarme con esos ambarinos ojos llenos de vileza, sentí una punzada en el pecho, como si me atravesaran el alma y la desgarrara igual como lo hacían sus finas zarpas. Siendo consciente de la sensación que me transmitía, sonrió pérfidamente mostrándome unos dientes afilados a la vez que mentalmente me dijo “se acabo”, al segundo, fuera del sueño, la misma voz insidiosa me susurro en el oído izquierdo las mismas palabras.
Desperté.